Mi mamá decidió abrir una papelería en Guatire a sus 31 años. Desde mis 10 años la escuché repetir con convicción inquebrantable «el ojo del dueño engorda el ganado». Sus palabras coincidían con sus acciones, trabajaba de lunes a lunes. Alzaba la santamaría con la luz del día y no podía disfrutar ver al sol despedirse.
Eso caló tanto en mí que cuando emprendí era quien defendía a capa y espada permanecer en todo momento al frente de mi empresa "Tequeños La Rambla". Durante más de 15 años reforcé esa idea, crecí viéndolo así que aprendí que debía sacrificarme por el negocio.
Mi socia, situada en la antípodas, argumentaba que el negocio debía funcionar sin ninguna de las dos 🤯 Me parecía descabellado y estaba en desacuerdo, aunque una voz interna me seducía con la idea de tener tiempo para mí 😏
Eso significaba crear sistemas con bases sólidas en las diferentes áreas del negocio: administración, finanzas, producto, equipo, atención al cliente, formarme para confiar y delegar.
Hace poco entendí que, según una nueva definición, no era una emprendedora sino una autoempleada que trabajaba más de 12 horas diarias, apagando fuegos e intercambiando tiempo por dinero. Sumergida en la operativa sin tiempo para enfocar en lo que hace crecer a los negocios.
Un negocio es «negocio» si genera dividendos y tiene un sistema que funcione sin ti.
Para materializar esto, el primer paso es identificar y derrumbar esas creencias limitantes que nos mantienen estancados 😑
Me di cuenta que por más de 15 años escuché y tatué eso en mi cerebro. Le instalé una hamaca a esa creencia y la mecía convencida de que así era que funcionaba la vida del emprendedor.
Ahora, ante una especie de despertar por excesivo cansancio, me asaltó el cuestionamiento. ¿Cómo se puede hacer diferente? Me dirijo a la construcción de otra posibilidad: una nueva creencia que me permita disfrutar y edificar la vida que quiero; sin sacrificar lo que considero necesario y vital para mi desarrollo.
Este proceso marcha con su propia cadencia. Estoy contenta con los peldaños conquistados. Con el objetivo claro, el accionar lubrica la motivación diaria.
¿Tú también crees en esta frase: «el ojo del dueño engorda el ganado»?
Me gusta tu forma de narrar tus experiencias